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“Las nuevas tecnologías son claves para nuestras sociedades”

El consultor mexicano José Ramón López Portillo afirma que los países en desarrollo, como los latinoamericanos, están al borde de un colapso si no le dan mayor relevancia a la implementación de nuevas tecnologías en sus agendas.


Óscar Pérez - El Espectador
Las nuevas tecnologías son inevitables en el futuro de cualquier sociedad. José Ramón López Portillo, hijo del expresidente mexicano José López Portillo, ha leído toda su vida sobre el tema y sobre cómo aplicar estos avances en los países, especialmente los que se encuentran en desarrollo, como los suramericanos. De eso trata su nuevo libro, “La gran transición”, que además plantea los desafíos sociales y económicos de la región a corto y mediano plazo.
Aunque actualmente vive en Oxford (Inglaterra), mantiene el interés por México, posiblemente por su activo pasado en la política del país. Durante el mandato de su padre, desde 1976 hasta 1982, fue subsecretario de Planeación en la Secretaría de Programación y Presupuesto, pese a las críticas por nepotismo.
En charla con El Espectador, López Portillo aseguró que pretende mostrar cómo las nuevas tecnologías bien implementadas en la región pueden marcar el salto necesario para no quedarse atrás en la nueva etapa de globalización.
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¿Cómo enfrentan los países latinoamericanos, en desarrollo y con economías débiles, las repercusiones de las nuevas tecnologías?
En primer lugar, la globalización, que es un proceso que empieza en los años 70, más o menos, induce a los países desarrollados a exponer su sector laboral a la competencia internacional. ¿Cuál es esta? Los sectores laborales de los países en desarrollo y ahora en desarrollo intermedio. Esto fuerza y hace que haya desempleo en los sectores manufactureros de los países desarrollados y un alza en la oportunidades para las clases medias y medias bajas, que pueden competir, que pueden tener trabajo y exportar. Este proceso está ligado al de industrialización, que nuestra región ha vivido de manera muy peculiar porque tratamos de proteger nuestro núcleo empresarial para generar los bienes y los servicios que la sociedad necesita. Esto depende de la tecnología. En la medida en que esta va avanzando, pasamos de esta primera etapa de globalización a una segunda y ahora tercera etapa, en donde el derrame de las tecnologías para hacer las cosas es distinto: requiere menos gente y empieza a dar más valor a otras actividades que no nada más las cosas que se producen. En este sentido, las sociedades latinoamericanas empiezan a absorber tecnología de afuera, claro, pero no se montan en la ola tecnológica que ahora se llama la economía del conocimiento y las nuevas tecnologías emergentes disruptivas, que incluyen inteligencia artificial y digitalización.
No nos montamos en esto, seguimos enfocados en la vieja industrialización y en la vieja globalización. El problema es que en las primeras etapas de la globalización el cambio tecnológico se veía gradual, no se veía como un peligro, pero estamos entrando en una etapa de aumentos y cambios súbitos de las circunstancias y no estamos preparados. Nuestras fuerzas laborales y profesionales están mal capacitadas para absorber las tecnologías que necesariamente les van a venir de afuera. Y no nada más estamos mal equipados para absorberlas, estamos peor equipados para adaptarlas a nuestras necesidades.
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López Obrador , que llega al poder en unos meses, prometió promover los avances tecnológicos en México. ¿Cómo lo haría?
Ha habido un avance en los últimos años en ese sentido en México. Ha habido alertas y respuestas, tanto que se ha procurado llevar este tema a Naciones Unidas, donde en la agenda 2030 se habían dejado un poco afuera. Yo estoy trabajando actualmente en algo que se podría describir como un estudio para una agenda tecnológica que busca redirigir las fuerzas del estado y hacerlo mucho más proactivo para impulsar las capacidades tecnológicas de innovación del país. Eso significa generar misiones de innovación.
¿Qué significa esto? Se identifica aquellos sectores en donde la aportación tecnológica puede hacer un cambio para la sociedad sin dejar a nadie atrás, puede ser un cambio para el crecimiento económico, para la integración regional, para el incremento de la productividad y la conectividad de la sociedad. Se lanza al estado para apoyar la investigación básica o realizarla, como internet para todos, y luego apoyo a la innovación aplicada. Esta última se trataría de financiamiento para el sector privado, apoyos, estímulos fiscales y de otra naturaleza para que puedan realizar algún tipo de innovación y apoyen la comercialización de los productos y servicios que tengan en mente. El próximo gobierno de López Obrador tendrá que montarse en el tren tecnológico. Si no lo hace, nos va a dejary lo digo sin exagerar. Si México no se ha subido al tren podrá haber disrupciones extremas con una desindustrialización súbita en sectores como el automotor o el aeroespacial.

¿Cuáles son los riesgos y los aspectos positivos de estos avances?
La tecnología es inerte, no quiere nada. Simplemente expresa su aplicación, lo que somos nosotros como seres humanos y como sociedad. En ese sentido, el futuro no está definido. El futuro depende de lo que hagamos hoy. Quien diga que va a haber desempleo porque nos van a invadir los robots o quien diga que vamos a llegar a la utopía de la abundancia porque las tecnologías nos van a resolver todos los problemas, seguramente está equivocado. No sabemos, sino que depende de lo que hagamos. Hay dos posiciones: los optimistas que piensan que nos dirigimos hacia la abundancia y los pesimistas que alertan del riesgo de colapso. Los primeros aseguran que las tecnologías y sus aplicaciones en propósitos como resolver la pobreza extrema, la indigencia, la ignorancia, la enfermedad o la desigualdad pueden ayudar a la sociedad con esos lastres históricos. También pueden empujar a los seres humanos para que sean enormemente creativos, o contribuir a formar mejores gobiernos, más competentes y transparentes, y eventualmente a resolver las escaseces.
Y algunos de los efectos de las tecnologías dependen de la estructura social, económica y política de quien las fomenta. Un proceso de desempleo es perfectamente posible, resultado de la automatización, si no se toman medidas para guiarlo. Yo no digo que el desempleo no vaya a suceder, creo que es inevitable que vaya a haber desempleo tecnológico. El asunto no está ahí, sino en aumentar la productividad para que haya también reabsorción o, si no la hay, para que haya recursos para canalizar el esfuerzo de las gentes en estipendios que ayuden a la comunidad.
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¿Qué tipos de desempleo van a haber? Normalmente uno se refiere a dos tipos de automatización. La primera se relaciona con las habilidades. Todas aquellas que sean repetitivas, predecibles o programables, inclusive peligrosas, van a ser automatizadas. Pero también el valor que aportan las profesiones. Un plomero o un electricista puede representar un gran valor para quien lo utilice y no una máquina. Uno le da valor a las cosas que hacen los seres humanos y esto a veces cambia con la moda o a veces es rebasado por las circunstancias.
Además, la automatización va a llevar a la competencia de más gente que lucha por menos trabajos. Eso implica menos salarios y por lo tanto, desigualdad. Así, una mayoría va perdiendo su sustento y una minoría se vuelve cada vez más rica y poderosa. Ese mundo es inviable, políticamente al menos. Y nada más sociedades de alto control social o de represión pueden lidiar con una situación en donde las distancias sean tales en donde la mayoría no tengan futuro y una minoría lo tenga todo. Ese es un gran peligro. El otro es la pérdida de la privacidad y del control de nuestras acciones y decisiones, como es el caso de Cambridge Analytica.
Lo que dicen los pesimistas es que tenemos que reaccionar rápidamente. Yo quisiera advertir para que se eliminen a tiempo los futuros que no queremos y luchar por los que sí queremos.
¿Se pueden combatir la pobreza o las desigualdades sociales con los avances tecnológicos?
En primer lugar, el primer impulso debería ser el aumento de la productividad, y de alguna manera es cierto eso, pero para aquellos que trabajan ligados a las tecnologías. Los que no trabajan en ese sector no tienen por qué ver un aumento de su productividad, y es exactamente lo que estamos viendo a nivel global. La productividad, a nivel global, no está aumentando, sino que se está reduciéndo. Hay dos cosas adicionales. La primera es que está mal medida, porque no mide la contabilidad de los intangibles, y la segunda, que hay actividades de suma cero que se contraponen.
¿Cómo puede hacer nuestros países para salir de esta trampa? Lo primero y más importante es pensar en los saltos cuánticos que podamos dar, utilizando tecnologías en las que no tuvimos que arriesgar, no tuvimos que gastar y están ahí afuera. Quizá no va a haber difusión tecnológica derivada de eso en nuestros países pero sí podemos enfocarnos a innovar para adaptar esas tecnologías con misiones muy claras. Esto requiere de un cambio de modelo económico, en donde el estado tiene que participar de manera proactiva en generar las oportunidades tanto de inversión como de innovación privada, y cuando digo privada me refiero a todos. Toda la sociedad lo puede hacer.
Un campesino es el que sabe qué es lo que necesita y cuál es su prioridad. Por otra parte, las tecnologías empiezan a permitir un grado de autonomía cada vez mayor, es decir, en lugar de tener que llevarle electricidad, desde los grandes centros generadores, podemos empezar a concebir localmente a través de molinos de viento o a través de fotoceldas. A eso le sumas impresión 3D, biotecnología, quizá algo de nanotecnología que venga de afuera, la colaboración de una comunidad y se logra una economía pujante, en donde la gente puede resolver sus propios problemas de manera autónoma. El gobierno centralizado no se descompone sino comienza a enfocarse nada más al apoyo, en las necesidades sociales.
Estas fórmulas son perfectamente apetecibles para estructuras sociales como las latinoamericanas. Porque si algo nos caracteriza, es nuestra extraordinaria diversidad, adaptabilidad y nuestro sentido social romántico. En 15 o 20 años tenemos que llegar a estas soluciones, que ya están a la mano.

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